martes, 4 de septiembre de 2012

El niño, los clavos y la cerca.

Había un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, que él clavase un clavo en la cerca de detrás de la casa.

El primer día el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al día siguiente, menos, y así con los días posteriores. Él niño se iba dando cuenta de que era más fácil controlar su genio y su mal carácter, que clavar los clavos en la cerca. Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y se lo dijo a su padre que no tenía que clavar ni un clavo en la cerca. Él había conseguido, por fin, controlar su mal temperamento.

Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día que controlase su carácter, que sacase un clavo de la cerca. Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había sacado todos los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano, hasta la cerca de detrás de la casa y le dijo:

- Mira, hijo, has trabajado duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter, dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa tanto que pidas perdón. La herida estará siempre allí. Y una herida física es igual que una herida verbal. Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte.

Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter.



Quería escribir por aquí ese pequeño relato que hace unos meses llegó a mis manos gracias a dos personas que poco a poco van haciéndome más fácil el camino. Ellas saben quienes son y lo inmensamente agradecido que les estoy por ser referentes en mi vida en muchos sentidos y enseñarme cosas que de otra forma me estaría perdiendo.

Y soy yo el que por aquel entonces se vio reflejado en tal historia, y soy yo quien quiere decirle a aquel que esté leyendo esto que a pesar de tener distintas interpretaciones para cada uno, creo que tiene mucha razón en lo más evidente: a veces nuestro mal carácter nos juega malas pasadas y podemos hacer daño a aquellas personas a las que más aprecio tenemos. El perdón sirve de mucho, sirve para que la otra persona vez que hemos reconocido nuestro error y que lo sentimos, pero esa grieta puede que siga estando ahí y sea difícil de olvidar.

Ojalá fuese tan fácil no enfadarse y saber pedir perdón, pero aunque no lo sea y yo soy el primero al que le cuesta...espero que os haya gustado este cuento que sigo guardando desde aquel día que me lo regalaron y al que de vez en cuando recurro para pensar y que me sirva de ayuda y reflexión.

1 comentario:

  1. .... GRACIAS A TI....
    ... ya sabes que fue el agradecimiento y el camino fue en doble dirección... a mí también me ayudaste a abrir los ojos cuando costaba entender... ya sabes!!! ;-)

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